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jueves, 6 de diciembre de 2012

Yolanda Ulloa - Miguel, el vecino y yo

El vendedor gordo en el atardecer (¿le comprarías esta
[penumbra?)
los poetas reposan y escriben sonetos en la hoja del cactus
el vecino trabaja en el jardín “Mataron a Miguel…”
el vendedor se aleja
detrás de él se quedan dos palabras
y en mi cerebro hay quince letras
escuchasteis: “Mataron a Miguel…”
Misteriosamente el vecino inclina la cabeza: “Miguel se ha
[vuelto espina…”
“Se ha vuelto espina –medito en mí mismo– pincha, como
[si fueras tú, así no hiere
nadie más”
migueles de mi patria
por un minuto
olvidéis los importantes
casos de mujer
el partido de fútbol
la lotería
la actriz
famosa
quien se bañó en la antigua fuente
(Miguel sin nombre está sentado en el periódico entre dos
[mujeres elegantes)
“Se acabó aquella época, pues no tengan ilusiones, la
nueva generación hace abstracciones, se discute sobre la
frustración, en lugar de lemas cándidos espera discursos sin
puntuación, en los mítines canta canciones cacófonas”
(Miguel sin nombre está esperando sin palabras entre las
[noticias musicales)
“Mira, viejo, eso es un teque para mí, yo tomo vino con
sifón, y no tomo marchas, que fastidien a otra gente en la
fábrica, me asocio a mi cuñado, el futuro es de la artesanía,
yo ahorro para una casa familiar, ¿comprendes?”
(Miguel sin nombre invisible está sentado sobre las
[estadísticas)
Qué otra cosa puedo decir yo
se va el vendedor con el cactus habla el vecino
un día cualquiera
como aquel
en que Miguel se transformó en espina

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