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viernes, 30 de noviembre de 2012

Charles Baudelaire - De profundis clamavi

Imploro tu piedad, Tú, el único que yo amo,
Desde el fondo del abismo oscuro donde mi corazón ha caído.

Es un universo triste de horizonte plúmbeo,
Donde flotan en la noche el horror y la blasfemia;

Un sol sin calor se cierne por encima seis meses,
Y los otros seis la noche cubre la tierra;
Es un lugar más desnudo que la tierra polar;
—¡Ni bestias, ni arroyos, ni verdor, ni bosques!

Pues bien, no hay horror en el mundo que supere
La fría crueldad de este sol de hielo
Y esta inmensa noche semejante al viejo Caos;

Envidio la suerte de los más viles animales
Que pueden sumergirse en un sueño estúpido,
¡A tal punto la madeja del tiempo lentamente se devana!

Charles Baudelaire - Una carroña

Recuerdas el objeto que vimos, mi alma,
Aquella hermosa mañana de estío tan apacible;
A la vuelta de un sendero, una carroña infame
Sobre un lecho sembrado de guijarros,

Las piernas al aire, como una hembra lúbrica,
Ardiente y exudando los venenos,
Abría de una manera despreocupada y cínica
Su vientre lleno de exhalaciones.

El sol dardeaba sobre aquella podredumbre,
Como si fuera a cocerla a punto,
Y restituir centuplicado a la gran Natura,
Todo cuanto ella había juntado;

Y el cielo contemplaba la osamenta soberbia
Como una flor expandirse.
La pestilencia era tan fuerte, que sobre la hierba
Tú creíste desvanecerte.

Las moscas bordoneaban sobre ese vientre podrido,
Del que salían negros batallones
De larvas, que corrían cual un espeso líquido
A lo largo de aquellos vivientes harapos.

Todo aquello descendía, subía como una marea,
O se volcaba centelleando;
Hubiérase dicho que el cuerpo, inflado por un soplo indefinido,
Vivía multiplicándose.

Y este mundo producía una extraña música,
Como el agua corriente y el viento,
O el grano que un aechador con movimiento rítmico,
Agita y revuelve en su harnero.

Las formas se borraron y no fueron sino un sueño,
Un esbozo lento en concretarse,
Sobre la tela olvidada, y que el artista acaba
Solamente para el recuerdo.

Detrás de las rocas una perra inquieta
Nos vigilaba con mirada airada,
Espiando el momento de recuperar del esqueleto
El trozo que ella había aflojado.

—Y sin embargo, tú serás semejante a esa basura,
A esa horrible infección,
Estrella de mis ojos, sol de mi natura,
¡Tú, mi ángel y mi pasión!

¡Sí! así estarás, oh reina de las gracias,
Después de los últimos sacramentos,
Cuando vayas, bajo la hierba y las floraciones crasas,
A enmollecerte entre las osamentas.

¡Entonces, ¡oh mi belleza!  Dile a la gusanera
Que te consumirán los besos,
Que yo he conservado la forma y la esencia divina
De mis amores descompuestos!

Charles Baudelaire - La serpiente que danza

¡Cómo me agrada ver, querida indolente,
De tu cuerpo tan bello,
Como una estofa vacilante,
Reverberar la piel!

Sobre tu cabellera profunda,
De acres perfumes,
Mar oloroso y vagabundo
De olas azules y sombrías,

Cual un navío que se despierta
Al viento matutino,
Mi alma soñadora apareja
Para un horizonte lejano.

Tus ojos, en los que no se revela
Nada dulce ni amargo,
Son dos joyas frías en las que se mezcla
El oro con el hierro.

Al verte marchar cadenciosa,
Bella en tu abandono,
Se diría una serpiente que danza
En el extremo de un bastón.

Bajo el fardo de tu pereza
Tu cabeza de niño
Se balancea con la molicie
de un joven elefante.

Y tu cuerpo se inclina y se estira
Cual un fino navío
Que rola bordeando y sumerge
Sus vergas en el agua.

Como un oleaje engrosado por la fusión
De los glaciares rugientes,
Cuando el agua de tu boca sube
Al borde de tus dientes,

Yo creo beber un vino de Bohemia
Amargo y vencedor,
¡Un cielo líquido que esparce
Estrellas en mi corazón!

Charles Baudelaire - XXVII (Con su vestimenta…)

Con su vestimenta ondulante y nacarada,
Hasta cuando camina, se creería que ella danza,
Como esas largas serpientes que los juglares sagrados
En el extremo de sus bastones agitan con cadencia.

Como las arenas sombrías y el azur de los desiertos,
Insensibles ambos al humano sufrimiento,
Como las prolongadas redes de las olas de los mares,
Ella se desenvuelve con indiferencia.

Sus ojos pulidos están hechos de minerales encantos,
Y en esta naturaleza extraña y simbólica
Donde el ángel inviolado se mezcla a la esfinge antigua,

Donde todo no es más que oro, acero, luz y diamantes,
Resplandece eternamente, cual un astro inútil,
La fría majestad de la mujer estéril.

Charles Baudelaire - Sed non satiata

Extravagante deidad, oscura como las noches,
Con perfume mezclado de almizcle y de habano,
Obra de algún obi, el Fausto de la sabana,
Hechicera con ijares de ébano, engendro de negras mediasnoches,

Yo prefiero a la constancia, al opio, a las noches,
El elixir de tu boca donde el amor se pavonea;
Cuando hacia ti mis deseos parten en caravana,
Tus ojos son la cisterna donde beben mis hastíos.

Por esos dos grandes ojos negros, tragaluces de tu alma,
¡Oh, demonio sin piedad! vierte sobre mí menos fuego;
Que no soy el Estigio para abrazarte nueve veces,

¡Ay! y no puedo, Megera libertina,
Para quebrar tu coraje y dejarte en las últimas,
En el infierno de tu lecho volverme Proserpina.

Charles Baudelaire - XXV (Tú pondrías al universo entero...)


Meterías al universo entero en tu calleja,
¡Mujer impura!  El hastío torna tu alma cruel.
Para ejercitar tus dientes en este juego singular,
Necesitas cada día un corazón en el pesebre.
Tus ojos, iluminados cual tiendas
Y tejos llameantes en los festejos públicos,
Utilizan insolentemente un poder prestado,
Sin conocer jamás la ley de su belleza.

¡Máquina ciega y sorda, en crueldades fecunda!
Salutífero instrumento, bebedor de la sangre del mundo,
¿Cómo no tienes vergüenza y cómo no has visto,
Ante todos los espejos, palidecer tus atractivos?
La grandeza de este mal en que te crees sabia
¿No te ha hecho nunca retroceder de espanto,
Cuando la natura, grande en sus designios ocultos,
De ti se sirve, ¡oh mujer! ¡oh reina de los pecados!
—De ti, vil animal—, para amasar un genio?

¡Oh, fangosa grandeza! ¡sublime ignominia!