Translate

Mostrando entradas con la etiqueta Las flores del mal. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Las flores del mal. Mostrar todas las entradas

domingo, 9 de diciembre de 2012

Charles Baudelaire - La música

¡La música frecuentemente me coge como un mar!
Hacia mi pálida estrella,
Bajo un techado de brumas o en la vastedad etérea,
Yo me hago a la vela;

El pecho saliente y los pulmones hinchados
Como velamen,
Yo trepo al lomo de las olas amontonadas
Que la noche me vela;

Siento vibrar en mí todas las pasiones
De un navío que sufre;
El buen viento, la tempestad y sus convulsiones

Sobre el inmenso abismo
Me mecen.  ¡Otras veces, calma chicha, gran espejo
De mi desesperación!

Charles Baudelaire - La pipa

Yo soy la pipa de un autor;
Se comprueba, al contemplar mi rostro
De abisinio o de cafre,
Que mi dueño es un gran fumador.

Cuando está colmado de dolor,
Yo humeo como la casucha
Donde se prepara la comida
Para el regreso del labrador.

Yo envuelvo y arrullo su alma
En la red móvil y azul
Que asciende de mi boca encendida,

Y envuelvo un poderoso dictamen
Que encanta su corazón y cura
De fatigas a su espíritu.

Charles Baudelaire Los búhos

Bajo los techos negros que los abrigan,
Los búhos se mantienen alineados,
Como dioses extraños,
Clavando su mirada roja. Meditan.

Sin moverse se mantendrán
Hasta la hora melancólica
En que, empujando el sol oblicuo,
Las tinieblas se establezcan.

Su actitud, por sabia, enseña
Que es preciso en este mundo que tema
El tumulto y el movimiento;

El hombre embriagado por la sombra que pasa
Lleva siempre el castigo
De haber querido cambiar de sitio.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Charles Baudelaire - Los gatos

Los amantes fervorosos y los sabios austeros
Gustan por igual, en su madurez,
De los gatos fuertes y dulces, orgullo de la casa,
Que como ellos son friolentos y como ellos sedentarios.

Amigos de la ciencia y de la voluptuosidad,
Buscan él silencio y el horror de las tinieblas;
El Erebo se hubiera apoderado de ellos para sus correrías fúnebres,
Si hubieran podido ante la esclavitud inclinar su arrogancia.

Adoptan al soñar las nobles actitudes
De las grandes esfinges tendidas en el fondo de las soledades,
Que parecen dormirse en un sueño sin fin;

Sus grupas fecundas están llenas de chispas mágicas,
Y fragmentos de oro, cual arenas finas,
Chispean vagamente en sus místicas pupilas.

Charles Baudelaire - Tristezas de la luna

Esta noche, la luna sueña con más pereza;
Tal como una beldad, sobre numerosos cojines,
Que con mano distraída y leve acaricia
Antes de dormirse, el contorno de sus senos,

Sobre el dorso satinado de las muelles eminencias,
Desfalleciente, ella se entrega a largos espasmos,
Y pasea sus miradas sobre las imágenes blancas
Que trepan hasta el azur como floraciones.

Cuando, a veces, sobre este globo, en su languidez ociosa,
Ella deja escapar una lágrima furtiva,
Un poeta piadoso, enemigo del sueño,

En la cavidad de su mano coge esta lágrima pálida,
Con reflejos irisados, como un fragmento de ópalo,
Y la coloca en su corazón lejos de las miradas del sol.

Charles Baudelaire - Soneto otoñal

Ellos me dicen, tus ojos, claros como el cristal:
"Para ti, caprichoso amante, ¿Cuál es, pues, mi mérito?"
—¡Eres encantador, y callas!  Mi corazón, que todo irrita,
Excepto el candor del antiguo animal,

No quiere mostrarte su secreto infernal,
Mecedora cuya mano a largos sueños me invita,
Ni su negra leyenda con el fuego escrita.
¡Yo odio la pasión y el espíritu me hace mal!

Amémonos dulcemente.  El amor en su guarida,
Tenebroso, emboscado, tiende su arco fatal.
Yo conozco los artilugios de su viejo arsenal:

¡Crimen, horror y locura! — ¡Oh, pálida margarita!
Como yo, ¿no eres tú un sol otoñal,
Oh, mi blanquísima, oh, mi frigidísima Margarita?

Charles Baudelaire - El espectro

Como los ángeles, con ojo furtivo,
Yo volveré a tu alcoba
Y hasta ti me deslizaré sin ruido
Entre las sombras de la noche;

Y te daré, mi morena,
Besos fríos como la luna
Y caricias de serpiente
Alrededor de una fosa rampante.

Cuando llegue la mañana lívida,
Tú encontrarás mi lugar vacío,
En el que hasta en la noche hará frío.

Como otros para la ternura,
Sobre tu vida y sobre tu juventud,
Yo, yo quiero reinar por el terror.

Charles Baudelaire - Moesta et errabunda

Dime, ¿a veces, tu corazón no vuela, Ágata,
Lejos del negro océano de la inmunda ciudad,
Hacia otro océano donde el resplandor estalla,
Azul, claro, profundo, como la virginidad?
Dime, ¿a veces, tu corazón no vuela, Ágata?

¡La mar, la mar inmensa, consuela nuestros desvelos!
¿Qué demonio ha dotado a la mar, ronca cantante
Que acompaña el inmenso órgano de los vientos gruñidores,
De esta función sublime de canción de cuna?
¡La mar, la mar inmensa, consuela nuestros desvelos!

¡Llévame, vagón!   ¡Llévame, fragata!
¡Lejos! ¡lejos! ¡aquí el lodo formado está por nuestras lágrimas!
—¿Es verdad que, a veces, el triste corazón de Ágata
Dice: "Lejos de los remordimientos, de los crímenes, de los dolores,
Llévame, vagón; llévame, fragata"?

¡Cuan lejos estás, paraíso perfumado!
Donde bajo un claro azur todo no es más que amor y alegría,
Donde lo que se ama es digno de ser amado,
¡Dónde, en la voluptuosidad pura el corazón se ahoga!
¡Cuan lejos estás, paraíso perfumado!

Pero, el verde paraíso de los amores infantiles,
Las carreras, las canciones, los besos, los ramilletes,
Los violines vibrando detrás de las colinas,
Con los jarros de vino, de noche, entre las frondas,
—Pero, el verde paraíso de los amores infantiles,

El inocente paraíso, lleno de placeres furtivos,
¿Está más lejos que la India y que la China?
¿Podemos recordarlo con gritos lastimeros
Y animar aún con una voz argentina,
El inocente paraíso lleno de placeres furtivos?

Charles Baudelaire - A una dama criolla

En el país perfumado que el sol acaricia,
Yo he conocido, bajo un dosel de árboles empurpurados
Y palmeras de las que llueve sobre los ojos la pereza,
A una dama criolla de encantos ignorados.

Su tez es pálida; la morena encantadora
Tiene en el cuello un noble amaneramiento;
Alta y esbelta, al marchar como una cazadora,
Su sonrisa es tranquila y sus ojos arrogantes.

Si fueras, Señora, al verdadero país de la gloria,
Sobre las riberas del Sena o del verde Loire,
Beldad digna de ornar las antiguas moradas,

Harías, en el recogimiento umbríos refugios,
Germinar mil sonetos en los corazones de los poetas
Que tus grandes ojos someterían más esclavos que tus negros.

Charles Baudelaire - Franciscae meae laudes (Versos compuestos para una modista erudita y devota)

Novis te cantabo chordis,
O novelletum quod ludís
In solitudine cordis.

Esto sertis implicata,
O femina delicata,
Per quam solvuntur peccata!

Sicut beneficum Lethe,
Hauriam oscula de te,
Quae imbuta es magnete.

Quum vitiorum tempestas
Turbabat omnes semitas,
Apparuisti, deitas,

Velut stella salutaris
In naufragiis amaris...
Suspendam cor tuis aris!

Piscina plena virtutis,
Fons aeternae juventutis,
Labris vocem redde mutis!

Quod erat spurcum, cremasti;
Quod rudius, exaequasti;
Quod debile, confirmasti!

In fame mea taberna,
In nocte mea lucerna,
Recte me semper guberna.

Adde nunc vires viribus,
Dulce balneum suavibus
Unguentatum odoribus!

Meos circa lumbos mica,
O castitatis lorica,
Aqua tincta seraphica;

Patera gemmis corusca,
Pañis salsus, mollis esca,
Divinum vinum, Francisca!

Charles Baudelaire - Sisina

¡Imaginaos a Diana en galante cabalgata,
Recorriendo los bosques o batiendo los zarzales,
Cabellos y pecho al viento, embriagándose de ruido,
Soberbia y desafiando a los mejores jinetes!

¿Has visto a Turingia, amante de la carnicería,
Incitando al asalto a un pueblo descalzo,
Las mejillas y la mirada ardientes, encarnando su personaje,
Y trepando, sable en mano, las reales escaleras?

¡Tal la Sisina! Pero, la dulce guerrera
Tiene el alma tan caritativa como asesina;
Su coraje, enloquecido de pólvora y de tambores,

Ante los suplicantes sabe abatir las armas,
Y su corazón, azotado por la llama, tiene siempre,
Para el que se muestra digno, un receptáculo de lágrimas.

Charles Baudelaire - A una madona (Ex-voto a la manera española)

Yo quiero erigir para ti, Madona, mi amante,
Un altar subterráneo en el fondo de mi angustia,
Y cavar en el rincón más negro de mi corazón,
Lejos del deseo mundanal y de la mirada burlona,
Un nicho de azur y de oro todo esmaltado,
Donde tú te erigirás, Estatua maravillosa.
Con mis Versos pulidos, enmallados por un puro metal
Sabiamente constelado de rimas de cristal,
Yo haré para tu cabeza una enorme Corona;
Y de mis Celos, oh Mortal Madona,
Yo sabré cortarte un Manto, de manera
Bárbara, tieso y pesado, y forrado de sospechas,
Que, como una garita, encerrará tus encantos;
No de Perlas bordado, ¡sino de todas mis Lágrimas!
Tu Ropa, será mi deseo, trémulo,
Ondulante, mi Deseo que sube y que desciende,
En las cimas meciéndose, en los valles reposando,
Y reviste con un beso todo tu cuerpo blanco y rosado.
Yo te haré de mi Respeto, hermosos Escarpines
De raso, para tus pies Divinos humillados,
Que, aprisionándolos en un muelle abrazo,
Cual un molde fiel conservarán la impronta.
Si yo no puedo, malgrado todo mi arte diligente,
Por Peana tallar una Pluma de plata,
Pondré la Serpiente que me muerde las entrañas
Bajo tus talones, a fin de que tú pises y te mofes,
Reina victoriosa y fecunda en redenciones,
Este monstruo hinchado de odio y de salivazos.
Tú verás mis Pensamientos, alineados como los Cirios
Ante el altar florido de la Reina de las Vírgenes,
Estrellando el cielorraso pintado de azul,
Mirándote siempre con ojos de fuego;
Y como todo en mí te quiere y te admira,
Todo se hará Benjuí, Incienso, Olíbano, Mirra,
Y sin cesar hacia ti, cumbre blanca y nevada,
En Vapores ascenderá mi Espíritu tempestuoso.
Finalmente, para completar tu papel de María,
Y para mezclar el amor con la barbarie,
¡Negra Voluptuosidad! de los siete Pecados capitales,
Verdugo lleno de remordimientos, yo haré siete Puñales
Bien afilados, y, como un juglar insensible,
Tomando lo más profundo de tu amor por blanco,
¡Yo los plantaré a todos en tu Corazón jadeante,
En tu Corazón sollozante, en tu Corazón sangrante!

Charles Baudelaire - Canto de otoño

I

Pronto nos hundiremos en las frías tinieblas;
¡Adiós, viva claridad de nuestros menguados estíos!
Escucho ya caer con resonancias fúnebres
La leña retumbante sobre el empedrado de los patios.

Todo el invierno va a penetrar en mi ser: cólera,
Odio, estremecimientos, horror, trabajo duro y forzado,
Y, como el sol en su infierno polar,
Mi corazón no será más que un bloque rojo y helado.

Escucho temblando cada leño que cae;
El patíbulo que erigen no tiene eco más sordo.
Mi espíritu se asemeja a la torre que sucumbe
Bajo la arremetida del ariete infatigable y pesado.

Me parece que, mecido por este chocar monótono,
Clavarán con gran prisa en alguna parte un ataúd,
¿Para quién? —Ayer era verano; ¡he aquí el otoño!
Este ruido misterioso repercute como un adiós.


II

De tu lánguida mirada amo la luz verdosa,
Dulce beldad; pero hoy todo me es amargo,
Y nada, ni tu amor, ni tu alcoba, ni el hogar,
Valen para mí lo que el sol radiante sobre el mar.

Y sin embargo, ámame, ¡corazón tierno! sé maternal
Hasta para un ingrato, aún para un perverso;
Amante o hermana, sé la dulzura efímera
De un glorioso otoño o de un sol poniente.

¡Breve tarea!  La tumba aguarda; ¡Está ávida!
¡Ah! Déjame, mi frente posada sobre tus rodillas,
gustar, añorando el estío blanco y tórrido,
Del otoño el destello amarillo y dulce!

Charles Baudelaire - Plática

¡Eres un hermoso cielo de otoño, claro y rosado!
Pero la tristeza en mí sube como el mar,
Y deja, al refluir, sobre mi labio moroso
El recuerdo penetrante de su limo amargo.

—Tu mano se desliza en vano sobre mi pecho que se pasma;
Lo que ella busca, amiga, es un lugar saqueado
Por la garra y el diente feroz de la mujer.
No busques más mi corazón; las bestias lo han devorado.

Mi corazón es un palacio mancillado por el tumulto;
¡En él se embriagan, se matan, se arrancan los cabellos!
—¡Un perfume flota alrededor de tu garganta desnuda!...

¡Oh, Belleza, duro flagelo de las almas, tú lo quieres!
¡Con tus ojos de fuego, brillante como orgías!,
¡Calcinas estos jirones que han desdeñado las bestias!

Charles Baudelaire - Lo irreparable

¿Podemos ahogar el viejo, el prolongado Remordimiento,
Que vive, se agita y se retuerce,
Y se nutre de nosotros como el gusano de los muertos,
Como de la encina la oruga?
¿Podernos ahogar el implacable Remordimiento?

¿En qué filtro filtro, en qué vino, en qué tisana,
Ahogaremos este viejo enemigo,
Paciente como la hormiga?
Destructor y goloso como la cortesana,
¿En qué filtro? —¿En qué vino?— ¿en qué tisana?

Dilo, bella hechicera, ¡oh! di, si tú lo sabes,
A este espíritu colmado de angustia
Y semejante al moribundo que aplastan los heridos,
Que el casco del caballo holla,
Dilo, bella hechicera, ¡oh! di, si tú lo sabes,

A este agonizante que el lobo ya olfatea
Y que atisba el cuervo,
¡A este soldado fatigado! si es preciso que desespere
De tener su cruz y su tumba;
¡Este pobre agonizante que el lobo ya olfatea!

¿Podemos iluminar un cielo cenagoso y negro?
¿Podemos desgarrar las tinieblas
Más densas que la paz, sin mañana y sin noche,
Sin astros, sin relámpagos fúnebres?
¿Podemos iluminar un cielo cenagoso y negro?

La Esperanza que brillaba en las ventanas del Albergue
Se apagó, ¡ha muerto para siempre!
Sin luna y sin destellos, ¿dónde encontrarán albergue
Los mártires de un camino malo?
¡El Diablo ha apagado todo en las ventanas del Albergue!

Adorable hechicera, ¿amas los condenados?
Di, ¿conoces lo irremisible?
¿Conoces el Remordimiento, el de los rasgos envenenados,
Para el que nuestro corazón sirve de blanco?
Adorable hechicera, ¿amas los condenados?

Lo Irreparable roe con su diente maldito
Nuestra alma, lastimoso monumento,
Y con frecuencia ataca, como el termita,
Por la base el edificio.
¡Lo Irreparable roe con su diente maldito!

—Yo he visto algunas veces, en el foro de un escenario trivial
Que inflamaba la orquesta sonora,
Un hada encender en un cielo infernal
Una milagrosa aurora;
Y yo he visto algunas veces, en el foro de un escenario trivial
Un ser que sólo siendo luz, oro y gasa,
Derribar al enorme Satán;
Pero mi corazón, al que jamás visita el éxtasis,
¡Es un escenario donde se aguarda
Siempre, siempre en vano, el Ser de las alas de gasa!

Charles Baudelaire - La invitación al viaje

Mi niña, mi hermana,
¡Piensa en la dulzura
De vivir allá juntos!
Amar libremente,
¡Amar y morir
En el país que a ti se parece!
Los soles llorosos
De esos cielos encapotados
Para mi espíritu tienen la seducción
Tan misteriosa
De tus traicioneros ojos,
Brillando a través de sus lágrimas.

Allá, todo es orden y belleza,
Lujo, calma y voluptuosidad.

Muebles relucientes,
Pulidos por los años,
Decorarían nuestra alcoba;
Las más raras flores
Mezclando sus olores
Al vago aroma del ámbar
Los ricos artesonados,
Los espejos profundos,
El esplendor oriental,
Todo allí hablaría
Al alma en secreto
Su dulce lengua natal.

Allá, todo es orden y belleza,
Lujo, calma y voluptuosidad.

Mira en esos canales
Dormir los barcos
Cuyo humor es vagabundo;
Es para saciar
Tu menor deseo
Que vienen desde el cabo del mundo.
—Los soles en el ocaso
Recubren los campos,
Los canales, la ciudad entera,
De jacinto y de oro;
El mundo se adormece
En una cálida luz

Allá, todo es orden y belleza,
Lujo, calma y voluptuosidad.

Charles Baudelaire - El hermoso navío

Yo deseo relatarte, ¡oh, voluptuosa hechicera!
Los diversos atractivos que engalanan tu juventud;
Pintar quiero tu belleza,
Donde la infancia se alía con la madurez.

Cuando barres el aire con tus faldas amplias,
Produces el efecto de un hermoso navío haciéndose a la mar,
Desplegado el velamen, y que va rolando
Siguiendo un ritmo dulce, y perezoso, y lento.

Sobre tu cuello largo y torneado, sobre tus hombros opulentos,
Tu cabeza se pavonea con extrañas gracias;
Con un aire plácido y triunfal
Atraviesas tu camino, majestuosa criatura.

Yo te quiero relatar, ¡oh, voluptuosa hechicera!
Los diversos atractivos que engalanan tu juventud;
Pintarte quiero tu belleza,
Donde la infancia se alía a la madurez.

Tu pecho que se adelanta y que realza el muaré,
Tu seno triunfante es una bella armadura
Cuyos paneles combados y claros
Como los escudos atajan los dardos;

¡Escudos provocadores, armados de puntas rosadas!
Armario de dulces secretos, lleno de buenas cosas,
De vinos, perfumes, licores
¡Que harían delirar los cerebros y los corazones!

Cuando vas barriendo el aire con tu falda amplia,
Produces el efecto de un hermoso navío haciéndose a la mar,
Desplegado el velamen, y que va rolando
Siguiendo un ritmo dulce, y perezoso, y lento.

Tus nobles piernas, bajo los volados que ellas impulsan,
Atormentan los deseos oscuros, y los acucian,
Como dos hechiceros que hacen
Girar un filtro negro en un vaso profundo.

Tus brazos, que se burlarían de precoces hércules,
Son de las boas relucientes los sólidos émulos,
Hechos para estrechar obstinadamente,
Como para estampar en tu corazón, tu amante.

Sobre tu cuello largo y torneado, sobre tus hombros opulentos,
Tu cabeza se pavonea con extrañas gracias;
Con un aire plácido y triunfal
Atraviesas tu camino, majestuosa criatura.

Charles Baudelaire - El gato

I
En mi cerebro se pasea,
Como en su morada,
Un hermoso gato, fuerte, suave y encantador.
Cuando maúlla, casi no se le escucha,

A tal punto su timbre es tierno y discreto;
Pero, aunque, su voz se suavice o gruña,
Ella es siempre rica y profunda:
Allí está su encanto y su secreto.

Esta voz, que brota y que filtra,
En mi fondo más tenebroso,
Me colma cual un verso cadencioso
Y me regocija como un filtro.

Ella adormece los más crueles males
Y contiene todos los éxtasis;
Para decir las más largas frases,
Ella no necesita de palabras.

No, no hay arco que muerda
Sobre mi corazón, perfecto instrumento,
Y haga más noblemente
Cantar su más vibrante cuerda.

Que tu voz, gato misterioso,
Gato seráfico, gato extraño,
En que todo es, cual en un ángel,
¡Tan sutil como armonioso!


II

De su piel blonda y oscura
Brota un perfume tan dulce, que una noche
Yo quedé embalsamado, por haberlo
Acariciado una vez, nada más que una.

Es el espíritu familiar del lugar;
El juzga, él preside, él inspira
Todas las cosas en su imperio;
¿No será un hada, Dios?

Cuando mis ojos, hacia este gato amado
Atraídos como por un imán,
Se vuelven dócilmente
Y me contemplo en mí mismo,

Veo con asombro
El fuego de sus pupilas pálidas,
Claros fanales, vividos ópalos,
Que me contemplan fijamente.

Charles Baudelaire - Cielo encapotado

Se diría tu mirar por un vapor cubierto;
Tu pupila misteriosa (¿es azul, gris o verde?)
Alternativamente tierna, soñadora, cruel,
Refleja la indolencia y la palidez del cielo.

Tú recuerdas esos días blancos, tibios y velados,
Que hacen fundirse en lágrimas los corazones hechizados,
Cuando, agitados por un mal desconocido que los tuerce,
Los nervios demasiado despiertos se burlan del espíritu que duerme.

Te asemejas a veces a esos bellos horizontes
Que iluminan los soles de las brumosas estaciones...
¡Cómo resplandeces, paisaje humedecido
Que inflaman los rayos cayendo de un cielo encapotado!

¡Oh, mujer peligrosa, oh seductores climas!
¿Adoraré también tu nieve y tu escarcha,
Y, lograré extraer del implacable invierno
Placeres más agudos que el hielo y el hierro?

Charles Baudelaire - El veneno

El vino sabe revestir el más sórdido antro
De un lujo milagroso,
Y hace surgir más de un pórtico fabuloso
En el oro de su vapor rojizo,
Como un sol poniéndose en un cielo nebuloso.

El opio agranda lo que no tiene límites,
Prolonga lo ilimitado,
Profundiza el tiempo, socava la voluptuosidad,
Y de placeres negros y melancólicos
Colma el alma más allá de su capacidad.

Todo eso no vale el veneno que destila
De tus ojos, de tus ojos verdes,
Lagos donde mi alma tiembla y se ve al revés...
Mis sueños acuden en tropel
Para refrescarse en esos abismos amargos.

Todo esto no vale el terrible prodigio
De tu saliva que muerde,
Que sume en el olvido mi alma sin remordimiento,
¡Y, arrastrando el vértigo,
La rueda desfalleciente en las riberas de la muerte!