Señora del pato blanco,
démele palos a su hija,
sólo me anda preguntando
que si duermo con cobija.
Dicen que no me querés
porque te he dado mal pago.
Volvéme a querer, mamita,
que un clavo saca a otro clavo.
Vos sos como la baraja
de todos apetecida:
por andar de mano en mano
te tienen tan percudida.
En el centro de la mar
suspiraba una ballena
y en el suspiro decía:
amor con hambre no llena.
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