La adolescencia escuchando a Nirvana
se largó sin avisar cualquier noche
de los 12 diciembres
y desde entonces los tragos no fueron lo mismo.
La magia se puso en huelga
por haberla explotado tanto
y las sonrisas dejaron de retar a cualquier drama
con el descaro de antes.
Los últimos resquicios de inocencia
se los llevó la cultura
y descubrimos que es un mito absurdo
que el alcohol ayuda a olvidar.
Aún suena la canción de "Oh me"
en las resacas más insoportables
y busco "something in the way"
cuando la jungla urbana
hace que los simios se crean leones.
Entiendo a Kurt cuando se voló los sesos
y yo también añoro
la comodidad de estar triste
siendo un adolescente perdido.
No pude ver el fin de la adolescencia
cuando la estaba VIVIENDO
pero logro vislumbrar el fin de estos días
adulterados.
En los últimos acordes de una guitarra
el vacío existencial se desnuda,
estoy perdiendo las ganas de vivir
pero sigo amando la música
y por el momento me basta.
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