Ninguno de nuestros actos, ni de nuestros pensamientos, tiene principio ni fin conocidos.
Somos lo que incesantemente estamos dejando de ser: lo que todavía no somos.
El futuro nos empuja hacia atrás; el pasado hacia adelante, entre uno y otro, el presente no es más que el fantasma del tiempo.
Cuando me asomo a la ventana, me sobresalta que todavía esté ahí esa palmeta, ¿Cómo no ha de sobresaltarme la idea de la eternidad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario