Ellos me dicen, tus ojos, claros como el cristal:
"Para ti, caprichoso amante, ¿Cuál es, pues, mi mérito?"
—¡Eres encantador, y callas! Mi corazón, que todo irrita,
Excepto el candor del antiguo animal,
No quiere mostrarte su secreto infernal,
Mecedora cuya mano a largos sueños me invita,
Ni su negra leyenda con el fuego escrita.
¡Yo odio la pasión y el espíritu me hace mal!
Amémonos dulcemente. El amor en su guarida,
Tenebroso, emboscado, tiende su arco fatal.
Yo conozco los artilugios de su viejo arsenal:
¡Crimen, horror y locura! — ¡Oh, pálida margarita!
Como yo, ¿no eres tú un sol otoñal,
Oh, mi blanquísima, oh, mi frigidísima Margarita?
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